Autoestima, algo tan necesario

Nuestra sociedad actual se ha vuelto muy exigente. Tenemos que ejercer diferentes papeles a lo largo de nuestra vida y en nuestro entorno laboral, familiar y social. Se nos exige ser buenos padres, mejores amantes, y rendir como profesionales productivos y competentes. Tanta exigencia, a veces, nos puede causar una pérdida de perspectiva sobre nosotros mismos. ¿Qué somos? ¿lo que conseguimos o lo que somos en sí mismos? Vamos a ver cómo tenemos que valorar lo que hemos cosechado para que cada vez que recojamos frutos tienen valor en sí mismos incluso cuando una fría helada nos deje alguna vez sin la cosecha. Es importante entender que las personas con una autoestima sana se sienten bien consigo mismas, aprecian su propia valía y están orgullosas de sus capacidades, habilidades y logros. Sin embargo, aquellos que tienen una estima baja sienten que no gustan a nadie, que no son aceptados o que no son buenos en nada, creando una barrera respecto al mundo.

No debemos confundir tener una autoestima sana con tener un gran concepto del Ego. ¿Qué es el yo? “Yo” es una palabra que sirve para denominarnos a nosotros mismos. Como señala Benveniste, “Yo” es una anteposición lingüística a “Tú”, y por tanto no es integradora de la realidad total del individuo. Descartes, incluso, iba más allá ya que al formular el cogito ergo sum establece que se es por lo que se piensa, y ese pensamiento es algo único e inherente a cada persona. Para Kant, el Yo es el punto de partida de la percepción que permite establecer cómo se piensa. Se es porque se establece una racionalización de los procesos entre la persona y los demás, y eso saca al Yo de su burbuja para ponerlo en relación dialéctica con los demás. En esta relación Hegel elaboró su teoría sobre un “ego común” o geist. Sin embargo, esto acaba siendo una vuelta a la burbuja al establecer un concepto de “egoísmo común”: lo que nos hace diferentes frente a los demás y, por tanto, somos mejores porque somos más que los que no son como nosotros.

autoestima

Más recientemente, Sartre pensaba que el Yo no era algo que estuviera dentro de la persona, sino que era algo que podía ser analizado por la propia persona. El Yo, el ego, puede ser analizado por uno mismo desde la conciencia y por tanto se puede adoptar un punto de vista sobre uno mismo para generar una filosofía de la conciencia. En ese sentido, Freud exponía que mediante el Yo lo que hacemos es probar la realidad, usarla desde la inteligencia, la razón, las relaciones de causa-efecto, y servir de puente entre el mundo exterior (o Ello) y la construcción común (o Super-Yo, lo que nos devuelve en parte al geist hegeliano).

Por este motivo Lacan afirma que el Yo se construye igual que si nos viéramos en un espejo. Sabemos que el que estamos viendo somos nosotros, pero no somos en sí mismos eso que estamos viendo, y de esa manera nuestro cerebro abre caminos para el autoanálisis. Conciencia y ego se separan así, construimos una imagen de nosotros. Pero si dejamos que la imagen del espejo se imponga a nuestra conciencia, entonces el Yo, el ego, vence a la autoestima que es la conciencia construida desde uno mismo.

Para desarrollar el autoestima

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